La mancha viciada
Lunes 11 de agosto de 2014 – 02:30 p.m.
Cuando la noche cae sobre el sucio
mercadito, el bullicio se desplaza, de este, a los igualmente sucios bares que lo colindan.
En el populoso barrio donde se localiza este centro de compras, la higiene no se
entromete con el comercio y mucho menos con el vicio. Los fines de semana,
incluso, el bullicio de los bares logra opacar el del mercadito, provocando
ansiedad en los amantes del guaro y la cerveza, sean estos clientes o
comerciantes. Las mesas se llenan, las barras se saturan, muchos tomadores en
la entrada de los establecimientos, piden latas de cerveza mientras se desocupa
algún rincón de los mal ventilados locales, en los que el sudor y el aliento
etílico de las exuberantes carcajadas provocan toda suerte de olores que los alegres
tomadores no logran percibir.
Se maneja y es bien sabido, que
por las tardes toman los de mayor edad y ya algo entrada la noche toman los más
jóvenes. Entonces los gestos y las frases cambian, las cumbias y rancheras son
sustituidas por reggaetón y música electrónica. Los desaliñados bares deben ser
compartidos por jóvenes, adultos y si se logra una mezcla de generaciones es
por jóvenes impacientes que empiezan la borrachera antes de que caiga la noche
y adultos victimas de sus propios excesos que los alcanza la madrugada en sus
desequilibrios siendo causa de risa y motivos de burla, títeres del desenfreno.
Seguro que el tomador pobre toma
más que el de clase media o que el tomador rico. Pero ese no es lujo exclusivo
del pobre que trabaja, hay un fenómeno que seguro tiene su explicación desde el
punto de vista psicosocial pero que no deja de asombrar, el pobre que no
trabaja y para peor de males toma, seguro toma más que el pobre que trabaja. Estos tomadores insolventes están en las
esquinas, en las aceras de las cuadras, en las bancas de los parques, en los
atrios de las plazas. El mercadito aludido tiene muchas bancas a sus
alrededores, en el día sirven de puestos improvisados, ventas de comidas
mosqueadas o baratijas diversas conforme la estación del año, conforme la moda,
la fiebre del momento. Por las noches improvisan mesas de bares, ruedas de
tragos, cuartos de burdel, expendios de drogas y para los más chicos son las primeras
escuelas del vicio.
Frente a los bares en las bancas
del mercado siempre veras grupos de jóvenes y adultos, tomando o drogándose. Son
de los pobres que no trabajan pero toman, esperan a los que si trabajan que
entran y salen de los bares, para “picharlos”, o sea pedirles una moneda o un
billete si se puede. Se pide con respeto y se espera una respuesta respetuosa,
sea positiva o negativa. Un joven al que se le notaba en la camiseta la cacha
del machete que enfundaba en sus pantalones le dijo a un hombre barrigoncito
acompañado de una colorida rubia oxigenada, que si le podía regalar unos cinco
córdobas, que no aguantaba la ¨goma¨, el hombre sobándose con orgullo su
hinchada barriga, lo empujo con fuerza, diciéndole que supiera a quien se le
dirigía. El joven solo amagaba con su mano en dirección a la cacha resaltada en
su camiseta, pero se alejó como un perrito regañado, anexándose a la banca del
mercado donde lo esperaban el resto de sus compinches.
Cuando se sale de estos bares, se
recomienda tomar un taxi, pero lastimosamente los tomadores de estos bares,
prefieren consumir más licor que dejar para un taxi, el hombre panzón salió del bar con la
colorida mujer, y se adentró al solitario y oscuro mercado, tenía para el pago
del servicio pero no para el taxi ni para el motel, en una parte aislada y
oscura ya con los pantalones abajo, recibió cinco machetazos que le quitaron la
vida, la prostituta despavorida avisó a un par de gurdas de seguridad,
sabedores de nada, desconocedores de todo, los cuales llegaron al lugar con sus
lámparas, avistando solo el ensangrentado cuerpo sin rastros del autor del
crimen.
Por la mañana se puede apreciar
los excesos de la noche, el mercado amanece más sucio que como se le dejo el
día anterior, para mayor remate, a doña Julia, la vende vigorón, le amaneció
una enorme mancha de sangre, maldijo a los delincuentes y a los borrachos, limpio
la mancha con prisa antes que empezaran a llegar los clientes, una charcha
hedionda o verduras podridas puede ser tolerable para los comensales pero una
mancha de sangre da mucho que hablar, que se vallan a morir lejos estos hijos
de puta dijo la rechoncha señora, que sudada después de la limpieza, se
persignó ante la imagen del cadáver que se le vino a la mente.