Ese viejo no debería estar así
20/01/2013 – 03:00 p.m.
Los domingos, por lo general, el asalariado se levanta un poco mas tarde. No solo el asalariado, igual el que trabaja por cuenta propia y hasta los que no trabajan, para no perder la costumbre, se levantan ya bastante entrada la mañana. Es el día de descanso, descanso del trabajo de la semana, es el día de la familia. Es el día de la resaca, Es el día del Señor, aunque algunos servicios religiosos son bastante tempraneros, siete u ocho de la mañana, hay que hacer algunos ajustes en el horario señores lideres de las iglesias. En fin es el día de la hamaca, la tijera, el sofá, de la mecedora en el porche, de la “sopasa” y que triste es tener que trabajar mientras otros descansan o se divierten.
Cuando te toca trabajar un domingo aquí en Managua, rumbo al trabajo te vas topando con los excesos del día anterior: flamantes señores trabajadores, pidiendo la entrada a sus casas después de una maratónica ingesta de alcohol; jóvenes restregándose los ojos ante el sol matutino al salir de la discoteca; agotadas muchachas yendo a casa después de una noche ardua de trabajo y por supuesto los zombis: inhalantes de pegamento, tomadores consuetudinarios, uno que otro enfermo mental, si la analogía no les parece pues veamos, los imaginarios zombis desarrollan salvajemente el instinto primario y buscan como alimentarse de otras personas comiéndoselas, y estos zombis urbanos para saciar su instinto primario (la pega, el guaro y no se que cosa a los pobres enfermos mentales, talvez si, la comida) nos extienden la mano, son zombis civilizados, piden en vez de morder, y tu que piensas, mis impuestos deberían ayudar a estas personas, inútiles gobernantes, si a primera instancia te gano el altruismo pues con la imagen del panzón legislador, judicial, ejecutivo o electoral, te “arrechas” y no le das nada al pobre indigente. Al avanzar en tu camino te dices, mala acción ciudadana con el zombi, si en un descuido, en mi Nicaragüita, de la noche a la mañana podría estar acompañándolos en sus harapos, por lo menos denle a los loquitos.
Ni modo me ha tocado trabajar los domingos, al verme a las doce del medio día, almorzando solo, me digo a mi mismo, yo no debería estar aquí, pero me doy un bocado y al mismo tiempo me trago la auto conmiseración y con el refresco me la llevo hasta el fondo para que me deje tranquilo, por el momento, porque al llegar a casa tengo que usarla en voz alta y bien interpretada para que con la actuación me gane el “ese es mi padre trabajador” de mi pequeño hijo y el “ese es mi marido esforzado” de mi esposa. Puras mañas.
Cuando ya iba a la casa me tope a un anciano vendiendo chocolates, no lucia como un zombi, llevaba el atuendo de uno, pero con la diferencia de que sus ropas estaban aseadas y bien puestas, algunas personas lo veían como tal, un joven le dio algunas monedas y le dijo que no quería la mercancía, a manera de limosna, el anciano aceptaba la generosidad pero al desviar la mirada note la frustración de toda una vida, la indiferencia de sus vástagos, porque seguro los tenía, lo acompañaba un niñito con la carita quemada por el sol y la pansita llena de parásitos que le salía por la camisita chinga. Seguramente nieto.
No se si este viejo de cara sufrida, trabajó los domingos, pero conozco muchos que si lo hicieron y están igual o peor que el, se preocuparon tanto por sustentar a los suyos y se descuidaron con ellos mismos, al no garantizar el sustento para los días de pasos lentos y fuerzas escasas. Se de abuelas que mantiene a hijos, nietos y biznietos, de padres que mantienen a nueras, yernos y entenados. Ese viejo no debería estar así, me dije, a mi no me gustaría a esa edad estar así, le compre unos chocolates y al llegar a casa no me hice el sufrido, mi hijo me pidió los chocolates y yo le dije, te los tienes que ganar, lo pensé en el camino y talvez esa es la clave para no quedar como el viejo al que le compre chocolates en un domingo de trabajo.