lunes, 11 de agosto de 2014

La mancha viciada


La mancha viciada

Lunes 11 de agosto de 2014 – 02:30 p.m.

 

Cuando la noche cae sobre el sucio mercadito, el bullicio se desplaza, de este,  a los igualmente sucios bares que lo colindan. En el populoso barrio donde se localiza este centro de compras, la higiene no se entromete con el comercio y mucho menos con el vicio. Los fines de semana, incluso, el bullicio de los bares logra opacar el del mercadito, provocando ansiedad en los amantes del guaro y la cerveza, sean estos clientes o comerciantes. Las mesas se llenan, las barras se saturan, muchos tomadores en la entrada de los establecimientos, piden latas de cerveza mientras se desocupa algún rincón de los mal ventilados locales, en los que el sudor y el aliento etílico de las exuberantes carcajadas provocan toda suerte de olores que los alegres tomadores no logran percibir.

 

Se maneja y es bien sabido, que por las tardes toman los de mayor edad y ya algo entrada la noche toman los más jóvenes. Entonces los gestos y las frases cambian, las cumbias y rancheras son sustituidas por reggaetón y música electrónica. Los desaliñados bares deben ser compartidos por jóvenes, adultos y si se logra una mezcla de generaciones es por jóvenes impacientes que empiezan la borrachera antes de que caiga la noche y adultos victimas de sus propios excesos que los alcanza la madrugada en sus desequilibrios siendo causa de risa y motivos de burla, títeres del desenfreno.

 

Seguro que el tomador pobre toma más que el de clase media o que el tomador rico. Pero ese no es lujo exclusivo del pobre que trabaja, hay un fenómeno que seguro tiene su explicación desde el punto de vista psicosocial pero que no deja de asombrar, el pobre que no trabaja y para peor de males toma, seguro toma más que el pobre que trabaja.  Estos tomadores insolventes están en las esquinas, en las aceras de las cuadras, en las bancas de los parques, en los atrios de las plazas. El mercadito aludido tiene muchas bancas a sus alrededores, en el día sirven de puestos improvisados, ventas de comidas mosqueadas o baratijas diversas conforme la estación del año, conforme la moda, la fiebre del momento. Por las noches improvisan mesas de bares, ruedas de tragos, cuartos de burdel, expendios de drogas y para los más chicos son las primeras escuelas del vicio.

 

Frente a los bares en las bancas del mercado siempre veras grupos de jóvenes y adultos, tomando o drogándose. Son de los pobres que no trabajan pero toman, esperan a los que si trabajan que entran y salen de los bares, para “picharlos”, o sea pedirles una moneda o un billete si se puede. Se pide con respeto y se espera una respuesta respetuosa, sea positiva o negativa. Un joven al que se le notaba en la camiseta la cacha del machete que enfundaba en sus pantalones le dijo a un hombre barrigoncito acompañado de una colorida rubia oxigenada, que si le podía regalar unos cinco córdobas, que no aguantaba la ¨goma¨, el hombre sobándose con orgullo su hinchada barriga, lo empujo con fuerza, diciéndole que supiera a quien se le dirigía. El joven solo amagaba con su mano en dirección a la cacha resaltada en su camiseta, pero se alejó como un perrito regañado, anexándose a la banca del mercado donde lo esperaban el resto de sus compinches.

 

Cuando se sale de estos bares, se recomienda tomar un taxi, pero lastimosamente los tomadores de estos bares, prefieren consumir más licor que dejar para un taxi,  el hombre panzón salió del bar con la colorida mujer, y se adentró al solitario y oscuro mercado, tenía para el pago del servicio pero no para el taxi ni para el motel, en una parte aislada y oscura ya con los pantalones abajo, recibió cinco machetazos que le quitaron la vida, la prostituta despavorida avisó a un par de gurdas de seguridad, sabedores de nada, desconocedores de todo, los cuales llegaron al lugar con sus lámparas, avistando solo el ensangrentado cuerpo sin rastros del autor del crimen.

 

Por la mañana se puede apreciar los excesos de la noche, el mercado amanece más sucio que como se le dejo el día anterior, para mayor remate, a doña Julia, la vende vigorón, le amaneció una enorme mancha de sangre, maldijo a los delincuentes y a los borrachos, limpio la mancha con prisa antes que empezaran a llegar los clientes, una charcha hedionda o verduras podridas puede ser tolerable para los comensales pero una mancha de sangre da mucho que hablar, que se vallan a morir lejos estos hijos de puta dijo la rechoncha señora, que sudada después de la limpieza, se persignó ante la imagen del cadáver que se le vino a la mente.