martes, 12 de febrero de 2013


Los tacones y el aprendizaje
05/02/2013 – 08:15 a.m.


Ciertamente, para poder lograr algo, en realidad debes desearlo. Cuando en realidad anhelas dominar alguna disciplina, no hay estomago vacío, carencia de útiles escolares, indiferencia de un gobierno, glamorosos tacones o ajustada minifalda que te lo puedan impedir.

Vi a la muchacha, de caminar coqueto y altos tacones, dispuesta a subir resbaladizas escaleras hacia su aula de clases. Muy temprano y con útiles en mano paso frente a un grupo de varones, que sin cortar las pláticas, la siguieron con sus astutas miradas. De amplia sonrisa y firme postura, no dejaba duda que, mala estudiante no era, ya que no representaba el estereotipado disfraz de tontita, que tanta dulce chica adopta como moda. Unas bien intencionadas preguntitas me lo confirmaron, la joven era la mejor de su clase y para sosiego de sus padres una excelente hija.

Ahora bien, dicen que los bachilleres de nuestro país son malos, porque la enseñanza es mala. Que la enseñanza es mala porque los docentes son mal remunerados en su importantísima tarea, que es cimentar el futuro de la patria. Que son mal pagados porque no cabe en el presupuesto un ajuste salarial que les de respiro y sustento a sus vidas y al mismo tiempo que les avive su marchita vocación. Que porque somos un país subdesarrollado que no podemos cubrir nuestras insuficiencias y requerimos ayuda extranjera para medio sustentarnos. Que somos subdesarrollados porque lastimosamente hemos caído en manos de algunos ordinarios gobernantes que no se han podido desarraigar el primitivo caudillismo que viene por defecto, generación tras generación desde épocas tribales.

Otros dirán que es el desinteresado alumno actual, de guía familiar nula, que adopta pasiones deportivas extranjeras y modas superfluas, cultivando su mediocridad caminando sin rumbo fijo, sin ningún plan de vida, sin sueños ni esperanzas de triunfo, desembocando tarde o temprano en la frustración con la que se vale la criminalidad y los vicios para hacer estragos en la sociedad. Al decir aquí, que no existe guía familiar en los jóvenes, no podemos culpar a los padres, pues seguramente tampoco tuvieron la susodicha guía de nuestros abuelos y llegaríamos, como en lo planteado anteriormente, hasta los tiempos arcaicos de flechas y lanzas.

A nivel mundial hay un común acuerdo, de que sin una buena educación un país tercer mundista nunca saldrá de su miseria. Talvez la muchacha de los tacones pueda darnos cierta impresión de incompatibilidad entre el aprendizaje y la vanidad pero ni las carencia de guías morales o espirituales; ni las modas cíclicas y comerciales; ni los eventos internacionales que levantan tanta efusión; ni los enfermos de poder que nos gobiernan, ni mucho menos viejas costumbres indígenas, podrán socavar con esa anhelo de autorrealización, que Maslow puntea en su pirámide, la frustración es la triste consecuencia de ese deseo. Lo que queda es aferrarse a esa idea, pues si la buena educación es la cura del mal, y esta no es aplicada, la explicación lógica es que hay y siempre ha existido, cierto interés expreso en el arraigo de la ignorancia, al parecer es un buen negocio.

lunes, 4 de febrero de 2013


Señal de viejas canalladas
25/01/2013 - 07:30 a.m.


A veces, en nuestros días libres, queremos aislarnos de los problemas. Ver el amanecer es una actividad que te permite hacer una breve pausa en el día y, no se por que, te adentras en la meditación. Es como que el alba acomodara todos los elementos que la componen en una impecable muestra de arte, combinándolos complejamente para presentarnos de forma clara y hermosa la señal de apertura de uno mas de nuestros días. Así con su notable talento la naturaleza reclama atención y la mente accede poniendo los pensamientos en pausa.

Otra actividad reconfortante y que te da la sensación de haberte quitado entre cinco y diez años de encima, es un buen corte de pelo. Mejor si es un barbero de años; si es un día de descanso; si es por la mañana después de haber visto el alba y mejor aún si por alguna razón necesitas un respiro de la casa. Te sientas en una cómoda silla giratoria y dejas tu cuello, orejas y cuero cabelludo a expensas de un fulano de filosas tijeras, lo peor que te puede pasar es que, en una bonita mañana, te topes con Sweeney Todd, así que te acomodas con toda confianza.

Solo estando quieto ante el vaivén de unas hiperactivas tijeras (de tu serenidad depende la integridad de tu cabeza) puedes enfocar tú mirada en la esquina de un espejo que refleja a lo lejos una parte de la esquina opuesta a la barbería de la que saldrás rejuvenecido, un flamante agente de tránsito conversando con un tambaleante hombre que con cerveza en mano pasaba su brazo por el cuello del uniformado. La escena se entrecortaba por las ramas de una acacia, estilo película de antaño, y finalizó con el parqueo de un camión. En los pocos segundos que duró, pude ver como ágilmente el policía se desembarazaba del sujeto despidiéndolo con una furiosa nalgada.

Un arrugado viejo que se ocupaba de la lustre de los zapatos y que platicaba con el barbero le dijo -ni riales le quito el baboso, lo dejo ir, y ni riales le quito- el barbero moviendo la cabeza hacia el compañero sin quitar la mirada de mi pelo le dijo -y no viste como lo nalgueo, esa es señal de viejas canalladas, ese es el clavo de mezclar los negocios con las amistades- dijo el profesional de las tijeras entre risitas pulmonares. 

Ver el amanecer, puede volverse insustancial, si los primeros rayos del sol te dibujan una ciudad sucia y decadente. Una salida a la barbería en un día tranquilo, puede convertirse en una actividad fría y calculada, cuando tu pensamiento crítico te obliga a reflexionar acerca de la labor de un agente de transito y la materia prima de los noticieros amarillistas. Frecuentemente estos noticieros como estribillo de canción popular aconsejan, si toma no maneje y si maneja no tome, esto después de darte una serie de imágenes grotescas e irrespetuosas de las que ya no asombran ni inquietan. 

Es como los anuncios comerciales de bebidas alcohólicas y cigarrillos que después de incitarte al consumo con soberbias técnicas de publicidad, te alertan de los perjudiciales que son estos productos. El ebrio y el policía en realidad no son amigos, simplemente comparten inolvidables bajezas, como dijo el tenaz barbero, lo confirma la nalgada que caracteriza la inmadurez de mucha gente con responsabilidades. No disfrute del corte ese día, al llegar a casa al mediodía, escuche en la televisión, la estridente sirena de la nota roja del momento, será el borracho de la esquina, pensé, y me imagine al dizque periodista, dándole una agradecida nalgada al dizque agente del orden público.