viernes, 26 de abril de 2013

Nuestro futuro sin futuro
24/04/2013 – 12:00 p.m.


Cierta parte de lo que formará el futuro de nuestras patria deambula en andrajos en las calles, en los barrios juegan a la sobrevivencia, trabajan frente al sol día a día aprendiendo las mil una manera de “darle vuelta al prójimo, sin que este se dé cuenta”, pagan lo que no deben y se ganan lo que se les debería de dar. Nuestra niñez sufre y como nosotros los adultos sufrimos creemos que no es nuestra culpa.

Managua arde en sus calles por estas fechas, el sol indolente pega y para el peatón no hay misericordia. En estas calles una vista al pensamiento puede causarte la muerte, la más breve distracción te puede hacer víctima de la urgencia citadina. En mí vista al pensamiento estaba, cuando me vi sentado al borde del andén esperando el almuerzo que me preparaba la robusta dueña del comedor ambulante al que me acerque. 

De coqueteo impertinente y palabra dura, romanceaba al cliente y vociferaba al empleado. Esta señora símbolo del llamado trabajo informal, provee empleo a dos niños y una muchacha, que por el trato amorosamente crudo y grotesco, al estilo barrio áspero, marginal y sufrido, creo se trataba de la hija y los nietos. El pequeño como de cuatro añitos, al apresurar mi pago al entregarme la bebida, la derramo salvándome del empape por reflejo. Un rugido estremeció la calle, “jodido orejas de güirila, hoy no te hartas en la noche, pendejito” le grito la matrona, y viendo de reojo a un cliente masculló, “a quien saldría jugado de cegua (atontado)”, mientras fruncía los labios haciendo un vértice en dirección a la hija, que sonreía a secas al igual que varios clientes por la abusadora reprenda de la señora.

Los sobrenombres y las señas son herramientas básicas para sobrellevar la agitada vida de los trabajadores de calle, el defecto físico o psicológico es el insumo para fabricar el humor podrido, que para la gente de futuro incierto y de garantías de vida nula, cae bien venga a como venga “En la jodedera la llevamos al suave” parece ser el lema. Este niño, junto a su hermanita, paga sin saber los errores de juventud de sus padres, los desaciertos de los gobernantes, la vulgaridad e ignorancia de la que te embadurnan las calles de países como el nuestro, sumidos en la miseria. El niño no resintió la burla, ni le prestó importancia, se desembarazo del mal momento encogiéndose de hombros y ofreciéndome cigarros que se saco de la bolsa de su desdichada camisita, “se va a fumar un cigarrito, a peso la unidad” me dijo. A él solo le importaba su venta, la comida del día.